Entre Pescante y Pozuelo

Segunda de las Duineser Elegien de Rainer Maria Rilke

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Location: Lima, Peru

„Ich will keinen Autor mehr lesen, dem man anmerkt, er wollte ein Buch machen; sondern nur jene, deren Gedanken unversehens ein Buch werden.“ Nietzsche. Der Wanderer und sein Schatten.

Thursday, March 09, 2006

III. Entre Pescante y Pozuelo

Silencio. Nueve pulsos de corchea. Un silencio de redonda en el séptimo compás... ¿Porqué siempre una tímida pausa? No hay entendimiento en la variedad de versiones. Maderas y bronces, arpas y flauta... armonizadas para forjar la atmósfera y la clave de exploración en la médula del Prélude à láprès-midi d´un faune. Compruebo que la idea detrás de esta orquesta sirvió de base para los primeros instantes del Pelléas. Pero el capricho de la incomprensión antepone su presencia como tantos asuntos inevitables en esta vida.

Silencio. Conté los compases. Me entregué al infinito mundo de una nueva armonía. Habrá que divulgarla de un modo distinto. Sobre Debussy se ha dicho más de lo que se esperaba, pero no a mi modo.

Para empezar, una dosis diaria de poesía y música y admitir que el tiempo ha servido de buen aliado en los propósitos del compositor... Escribo cosas que no serán comprendidas mas que por los nietos del siglo XX... A pocos les importó. Bach creía en la armonización orquestal como remedo polifónico: el timbre instrumental a partir de los registros naturales de voz. Su ofrenda musical. Contrapunto de graves y agudos “naturales”. Debussy ¿lo comprendió?. Lo ensayó en sus Melodies muy a su estilo, burlando la tonalidad y el concepto de ritmo; lo llevó a la instrumentación explorando nuevos caminos. La cuestión se resolvería a partir del tratamiento de la voz hablada y sus inflexiones de expresión frente a un poema. ¿Se entiende esto? ¡Un director debería evitar la profanación partitural si aceptara esta permisa! ¿Qué les cuesta a los de renombre ceñirse a las anotaciones epigráficas, a las sugerencias de expresión? ¡No! Ellos se niegan a ser llevados de la mano, se oponen a releer y zambullirse primero en la égloga de Mallarmé. Así se hace continua la tradición de un error. ¡Se adolece de falta de comprensión en el tiempo musical cuando se aborda una partitura en la que un fauno niega su propio sueño y se ve extraño ante su propia flauta! ¡Cada miembro de la orquesta debería ensayar a partir de la lectura en voz alta!... y los ensayos limitarse a esto...

Debo encontrar las claves para no ver sólo sombras y luces. Es posible que hoy inicie la proposición de una tesis sobre la armonía en Debussy. La producción radial, grata ocupación, me mantiene en lo mío desde que acepté retomar las contribuciones para la programación de los sábados por la noche; el criterio ya no adolece de exigencias anacrónicas e incompatibles, hablando de música.
Pero tu esfuerzo no será fácil ni duradero, pues de por medio no consigues dinero...Me sentenció algún profeta aguafiestas. Amor al arte: das ist alles. Y ahora vale la pena convertir el ruido en armonía inteligente y aprender a soportar a los vecinos, quienes mañana hablarán sobre mi falta de consideración o me agradecerán el haberles permitido un amanecer diferente ¡con la transfiguración de un poema de Stephan Mallarmé! Creo entender la incomprensión sobre estos asuntos. Cuando se valora una obra maestra, el tiempo dedicado a la selección musical para un programa radial debe emplearse de modo generoso.

Silencio. Karajan no ha respetado la invocación de flauta traversa con su atropellado glissandi de arpas dobles entre el cuarto y sexto compás... y ¡después del silencio de redonda! Me quedo con Dutoit. Podrá ser usted bueno para Brahms pero no para esta música. ¡Soltura y no memoria! ¡Intensidad de poesía simbólica y no-rigor de soneto! ¡Libertad, no libertinaje! Salvando el trémolo de violonchelos, la Filarmónica de Berlín habría reivindicado con usted una estupenda interpretación si vuestra batuta discerniera sobre la base de la intuición y no sobre el criterio formal de un académico, señor Herbert. ¡Escuche usted esta misma página en Ansermet y saque las conclusiones correctas, si puede!

El ruido será pronto un perpetuum mobile extravagante, de suerte que el volumen en mi tocadiscos volverá a ser objeto de queja para mis vecinos intolerantes, concentrados a esta hora en los susurros de Morfeo. No voy a esperar otra vergüenza. Recurrir a los audífonos es reducir el efecto de una audición en vivo. Que me perdone el mundo, pero hoy vivo dentro de las profundidades de un bosque. ¡El silencio de redonda -en Dutoit y la Sinfónica de Montreal- tiene el encanto de la meditación, válgame Dios!
***
La tercera cita con el señor Rainer la recibí en una nueva hoja deslizada bajo la puerta durante algún instante de la noche. Había pasado mucho tiempo desde nuestro último encuentro, pero Rilke y mis lecturas de sus Elegías no me fueron ajenas a la variedad de ocupaciones. Las retomé a propósito de la adquisición de un juego de cuatro discos de vinilo de los últimos Cuartetos de Beethoven, por la Cleveland Quartet, en los que me abstraje por largas horas y que de un modo impulsivo me llevaron a mis meditaciones hacia aquel mundo de contemplación metafísica en soliloquio. Para el señor Rainer, el deleite y acceso a los secretos del discurso musical se iniciaban con la viola en uno de los primeros cuartetos de Bartok. No lo dudo, aunque no logro desentrañar algo racional hasta el momento. Para mi deleite y sosiego, el diálogo polifónico en el discurso beethoveniano me daba la tranquilidad que esperaba después de haberme abstraído hasta el cansancio en los misterios enmarañados de Rilke.

Ahora, repuesto del sueño y poniendo a un lado el desorden de papeles, partituras y sobres de discos, leo sobre mi mesa en la tranquilidad de las cinco de la madrugada la pequeña nota deslizada bajo mi puerta:
Träte der Erzengel jetzt, der gefährliche, hinter den Sternen eines Schrittes nur nieder und herwärts…
(unter San Antonio de Padua Altargemälde) “San Francisco, Santo Toribio, Del Arzobispo, Waffenplatz und Del Correo Strasse. Wir werden zwischen Pescante und Pozuelo ruhen”. Morgen um 5 Abend.


¡Asombroso! Un mensaje enigmático me llevaba hacia los recónditos parajes del señor Rainer, preludio de misterio, típico en este Caballero de Duino!

Sin duda, la primera parte de esta nota tenía que referirse a otra cita de las Duineser Elegíen, verso que no recordaba con claridad. La segunda parte describía un itinerario con nombres tomados de las calles de la antigua ciudad de Lima. Der Erzengel es la palabra alemana para arcángel, lo que me situó con convicción a los primeros poemas del ciclo. Veamos: ya habíamos considerado el cuarto y el primer poema. Era inevitable que el origen de la cita provenía del segundo, si seguía el orden de ellos. Mi lectura de esta Elegía coincidió con la audición del cuarteto Opus 135 en Fa mayor del último del ciclo beethoveniano: Muss es sein? Es muss sein!, suerte de discurso socrático. Iniciaba el texto con un verso anteriormente trabajado por Rilke: Jeder engel ist schrecklich, todo ángel es terrible -como solía yo traducirlo- pese a las diatribas que había generado esta conclusión alrededor de mis amigos de tertulia y los más puristas traductores de Rilke del castellano y del inglés, como me lo hizo notar mi amigo Ricardo. Corrí hacia mi edición castellana y leí con entusiasmo las palabras que creía adivinar más en castellano que en alemán:
Si ahora el peligroso arcángel, desde detrás de las estrellas con sólo dar un paso descendiese hasta aquí...
Verso completo extraído de las primeras nueve líneas... ¡Herr Rainer me indicaba, con seguridad, la oportunidad de retomar un conversatorio alrededor de la Segunda Elegía!
Unter San Antonio de Padua Altargemälde, literalmente: debajo del retablo del altar de San Antonio de Padua... tenía que referirse a una iglesia, sin duda. ¿Qué altar de dicho Santo podía ser, entonces, el punto de partida? El “itinerario” iniciaba en San Francisco... Strasse y San Antonio de Padua pertenece a la orden franciscana. ¡Era sin duda la iglesia de San Francisco de Jesús sobre el jirón Ancash, antigua calle del Milagro y San Francisco! ¡Villa Filomena no sería esta vez el punto de encuentro, sino un recinto eclesiástico!... ¡y de día! Espero no equivocarme. La única forma de comprobarlo será asistiendo a la cita morgen um 5 Abend (mañana a las 5 de la tarde)

El enigma, sin embargo, no estaba del todo resuelto. ¿Qué me indicaba el final del recorrido entre Pescante y Pozuelo? Nuevamente dos calles de la vieja Lima. ¿Qué había allá? ¡Pobre de mí!, víctima de esa yegua de quien no aprendo aún el dominio de riendas y silla. Después de todo, la curiosidad era el combustible que me impulsaba para apearme a esta nueva aventura literaria que el señor Rainer me proponía.
***

Recostados en las gradas, olor a calicanto y paloma, deambulantes y taciturnos en la calle del Milagro. Pequeñas plumas en aquella tarde de diciembre de dibujadas sombras y raudo aleteo colombino. Ocio como aquel es frecuente en la empedrada plazoleta sucia de maíz partido. Rostros tristes y solitarios, rostros jóvenes encontrados bajo las torres franciscanas. Al portón de la capilla, un grupo de baladistas con guitarra: rostros vagabundos y relajados sobre el granito, sin tono dominante. Otros mas viejos esperan la hora vespertina para refugio en el convento o la iglesia: quizá para disfrazar la siesta en postura devota frente al Altar haciendo de la oscuridad su mejor aliado.

El festival de coros infantiles, joviales candilejas y vaivén de autos: el concierto atonal de esta tarde. Quiero penetrar a la sombra del templo, hablarle al ravel de Francisco Solano y pedirle consejo. Olor a vejez y tranquilidad en la sacra penumbra: mi catarsis bajo solapada postura de laico que contraría la tradición sin malos motivos.

Tropel de infantes hacia la entrada del Museo y Catacumbas ahuyentando bandadas que retornan una y otra vez al atrio. La espera estoica aquí en la banca de piedra. Una mirada al portón y contemplo en fila sus clavetones: seguía cerrado.

Ancianas de variados colores con ofertas de maíz partido - 50 céntimos - para la caridad de aves circundantes: pequeñas bolsitas con maíz triturado para buches procesadores de excremento en este sucio empedrado.
- No, gracias. (Mi pasión apunta a otras caridades)
¿A qué hora trocaré la banca de piedra por la madera laqueada? El sol, extraña calentura para el anticipo del verano ya tiene largas sombras.
- No, gracias señora.
Ambulantes y sus ofertas de un Sol frente al santuario de Nuestra Señora de la Soledad.
Plumas circundantes frente a mí.
Las Polaroids imprimen retratos de bajo costo en el frontis principal, tentando ofertas para satisfacer la necesidad de los que anhelan probar su estadía en la ciudad.
- No gracias señora: me fastidian las palomas.

El brazo de un Cristo desnudo cruza sangrante al de Francisco. El asceta de Asís mira con piedad -dentro de la urna vidriosa- la pileta y la vieja esquina hacia Cordano, en conclusión lastimosa, manteniendo la misma postura de 300 años (Séneca y La Constancia del Sabio) en túnica marrón, refugiado y resguardado en su urna de este frío limeño secula seculorum.

Gris, morado y verde de palomas circundantes: en cortejo danzante para escurridizas hembras. Años del excremento carcomiente, victimario del frontis decorado de ángeles sin rostro: detalles barrocos de ornamentación colonial para una Lima en agonía. Bondad ignorante de quienes alimentan el elemento de corrosión en esta “moderna” sociedad quejumbrosa del descuido de sacristanes y alcaldes por tener deterioradas sus reliquias: ¡Qué lástima!, ¡nadie hace nada!... ¡Este gobierno!... cumpliéndose la sentencia antigua:

Raído monumento
testimonio del pasado
¡perece por la ignorancia
del visitante jumento
autor de tu desgracia
quejumbroso, cansado!
...

Cinco de la tarde. Un moreno canoso no muestra prisa al abrir el postigo del gran portón con actitud de nobleza pero a la vez malhumorada. Corre a dos ancianas hacia los extremos -de atavíos morados y sombreros suplicantes de caridad-. Desaparece en la fosa oscura del interior con golpe seco de madera contra hierros de aldaba... acuarela de Pancho Fierro desprendida de un tradicional relato de Ricardo Palma. Misterio emergido de algún rincón que no percaté por andar distraído en mi demanda contra los depredadores de Lima.
Hermoso ejemplar de gallinazo, en levita negra y pañoleta gris a lo alto del campanario sobre la capilla del Milagro (donde antes había una cruz según Leons Angrand): extiende las alas en toda su longitud. Es curioso cómo el tiempo ha preferido a este testigo de la colonia para icono profano en lugar del acostumbrado madero de tormento... ¡Ah, el tiempo y sus caprichos!
Frío intenso: ingresan los pacientes feligreses. Invitación para abandonar mi torre pétrea de vigía.
Hora de revivir el pasado.
***
Silencio en el Foro. Calma discreta. Beatitudes en mantilla frente al ábside son la estampa al ingreso... Las Beatas Sobre Mantas, de Juan Mauricio Ruguendas. La plegaria del tiempo y la tenue soledad lumínica: marco ideal para la entrega. Es evidente que César cedió una ofrenda cultural: se trocó el Foro por la Basílica, la Sala del Juicio por las beatitudes en duelo perpetuo. Allá donde el tribunal daba paso al juez romano, el obispo tiene un trono: el Presbiterio. Penitentes catecúmenos. Desde el transepto la imagen abstracta y fantasmal de escribanos y abogados republicanos cedieran el sitio al coro de clérigos. Cirios a media asta, incienso del atrio. Evocadoras leyendas e historias que oscuras penden del yeso inerte, mudéjar: decorado sombrío. Banquetas de nogal gastadas, arañadas, maltratadas por quién sabe quién.
Se eleva un madrigal entre el polvo lumínico in crescendo a través del tubo mayor de un órgano, (desafinado en medio tono por la precaria administración de los que lo cuidan)
El entorno es marco de observación... hay silencio prolongado, corrompido por lentos taconeos que arrastran los devotos; ecos que rebotan entre las alas de serafines y coronas hacia lo alto de la gran bóveda. Pierdo mi vista en el enmarañado escorial de este cielo mudéjar, de estas columnas coloreadas por la Hermandad que las recordó después del terremoto durante los días del Conde de Superunda. Y las limosnas franciscanas, descalzas, acopian Reales, Gordos, Soles de Oro, Intis, Nuevos Soles: ripios en las arcas para revestir los esquineros dañados o lustrar la celosía donde reza: año de 1620.

La oscuridad polvorosa es halo de luz circular a la altura del transepto. Hay que esconderse en otro recodo. Con cuidado, despacio, sin trastabillar entre las pantorrillas salientes. La piedad -también presente- en la mirada de cada imagen coronada de santidad en sus urnas: Santísima Virgen Dolorosa, el Lavatorio (Jesús Crhristus Deus Homo Vivit Regnat Imperat. MCMI), San Diego de Alcalá, La Virgen de Chapi, Cristo Rey, San Francisco Solano... ocre y ceniza de cirio derretido, bajo la cual una cajita vieja suplica limosna. Trueque de indulgencia por espontánea dádiva. Quién presta a los pobres, presta a Dios... ¿Soy pobre? El oficio de seminarista o de entrega voluntaria a los Descalzos amortiguaría mi estómago que clama por pan. ¡Cuánto envidio a las palomas!

San Francisco Solano dio la clave cuando medité en los colores de su ravel y en las fibras de cabello donado por mujeres con las que se fabricó la arboladura de su galeón. Mientras los fieles encomiendan un deseo con la palma derecha sobre la cruz o en los dedos sangrantes de los pies de algún Cristo crucificado, el color de laca antigua me insinuaba algo. Me es un desafío discernir epifanías en una simple palabra sin complicar el tema cuando el tiempo apremia.

San Antonio de Padua se exhibía con la túnica de oficio –marrón y modesta- al final del corredor. Un ramillete de lilas sobre una Biblia en la mano izquierda y el brazo derecho sosteniendo a un niño Jesús en actitud de bendición. Los cirios y la luz artificial le daban el aspecto de estoico venerable. Mientras contemplaba con silencio forzado la mirada indirecta del Santo, una voz me interrumpió abruptamente.

- Träte der Erzengel jetzt, der gefährliche, hinter den Sternen eines Schrittes nur nieder und herwärts…

A mi derecha, la presencia de un anciano contemplativo. Dirigía la mirada hacia la parte superior del altar, sentado en la banca de reposo bajo un enorme crucifijo de madera. Era el señor Rainer. Una inscripción en un cuadrito sobre la pared que lo enmarcaba por su derecha rezaba: San Francisco Solano oraba ante esta cruz, llevándola en hombros al practicar la vía sacra. Contemplaba el anciano en actitud de espera, impertérrito; a su izquierda un sombrero de paño del color de su traje. El señor Rainer repetía una y otra vez el verso de Rilke con el ritmo y susurro discreto de una letanía del Rosario. Su voz contraponía como órgano el chorro de luz descendiente del vitral que a esa hora iluminaba la puerta del vestíbulo parroquial.

- ¡Señor Rainer! ¡Cuánto gusto!
- Si el peligroso arcángel diese un paso hasta aquí, Herr Luis, serían las estrellas testigos silenciosos de algo que nuestras palabras no describirían. Me alegra verlo otra vez. Véalo usted mismo, bitte: ¡la mirada de juicio!

Señalaba mientras hablaba la figura de un portentoso arcángel que coronaba el altar de San Antonio, rodeado de un pesado ornamento que hacía de arco lumínico solar (deteriorado en el tiempo). Una espada de fuego empuñada con la mano derecha en postura de degollamiento. Un agonizante demonio de orejas largas, torso desnudo y calvo, mutilado del brazo izquierdo, gritaba de impotencia bajo el pié izquierdo del coloso. A esta hora, la luz de la tarde hacía brillar el rostro macabro y el pecho de este diablo sometido por el Vengador y Juez de todos los tiempos. El bien sobre el mal.

- No pierda los detalles en esa mirada que se esconde en la penumbra de la tarde. Ese rostro, como el de Esteban en el corro de sus jueces y verdugos. La misma mirada nos congrega ahora. Entiéndala, si desea comprobar los temores y reflexiones del poeta.
- La contemplo, señor Rainer. El artista que la esculpió entendió la serenidad indescriptible de estos seres alados...
- No perfectible, pues la mirada humana limita la intención angélica.
- La contemplación de un ser superior en la mirada humana.
- Siga ahora en silencio la sombra. El tiempo se ha detenido para dar lugar a la meditación del poeta: Träte der Erzengel jetzt, der gefährliche, hinter den Sternen eines Schrittes nur nieder und herwärts… y nos lleva de la mano a los recintos de su intimidad autista.
- Ahora veo, Herr Rainer.

Colocándome en silencio a lado izquierdo de mi interlocutor, tomé aire y contemplé mudo aquella mirada angélica, hasta que las sombras de la tarde me la ocultaron.

- Jeder Engel ist schrecklich. Und dennoch, weh mir, ansing ich euch, fast tödliche Vögel der Seele, wissend und euch. ¡Aún así, el poeta quiere cantarle a estas aves, casi mortales para el alma humana!
Abriendo mi versión castellana de las Elegías, contesté con la traducción.
- “Todo Ángel es terrible. Y no obstante, ay de mí, les canto, casi mortales aves del alma...”
Me tomé la libertad, en este verso, de adaptar ligeramente la traducción de Talens. El Señor Rainer, dirigiéndome su mirada aprobatoria, prosiguió.
- Transliterado así me suena mejor, Herr Luis. La mirada de esta ave, casi mortal, que petrificó la atención del poeta sólo pudiera describirse dentro del alma individual y no colectiva. Convenimos en estar ante la presencia de un mensajero y a la vez de un verdugo, de alguien que inmanente en el tiempo ofrece su presencia al poeta, para aparecer como él lo desea. El mismo mensajero de Paz juega el papel de destructor.
- Como éste, sobre San Antonio de Padua.
- Búscate un hombre que vaya contigo, y le daré un salario mientras viva: y una vez llegado toma el dinero. Se fue a buscar un hombre y halló a Rafael, que era un ángel pero no lo sabía... Tobías, hijo de Tobit fue al encuentro de uno de ellos, sin saberlo. Al hallarlo, comentó a su padre haber hallado un voluntario para el viaje. Le llamó, entró y se saludaron mutuamente... de modo que, apareció ante la sencilla puerta de la casa, algo disfrazado para el viaje, dispuesto a abandonar esa actitud terrible para los hombres. La reflexión del poeta se inicia a partir de este pasaje bíblico.
- Jüngling dem Jüngling, wie er neugierig hinaussah… Un joven al joven mirándolo con curiosidad. Lo imagino a Rilke en la actitud contemplativa de Tobías.
- La mirada del joven no adelanta especulación y sentencia. Guarda aún la inocencia del niño que festeja su propia capacidad de asombro y concluye a partir de su propia experiencia. Nada hay de conclusiones en este primer encuentro. Es tiempo de ver y percibir. Algo así como las vivencias e indagaciones de Dante en los círculos infernales.
- Pero ve una apariencia. No la realidad.
- La realidad es ese instante. Y hay un propósito, como lo entenderá el poeta después. Aún en este acto de juicio el “terrible ángel” sobre San Antonio mantiene un rostro extraño para los actos de venganza y juicios humanos. Observe: ya mutiló el brazo izquierdo del demonio. Es lo versátil del mensajero lo que cautiva. Y frente a lo contemplado, el hombre transforma a su vez rostro y espíritu.
- ¡La nota suya, Herr Rainer! La inicia usted con el verso que sigue: Si el peligroso arcángel, desde detrás de las estrellas, diese un paso hacia nosotros, nuestro corazón no lo soportaría!
- Un gran golpe mortal, el propio corazón, Herr Luis: hochauf-schlagend erschlüg und das eigene Herz. En él está consumada la tarea de transformar lo visible en invisible. Y el temor del instante obedece al conjunto de la sensación percibida. De ahí la pregunta reaccionaria: Wer seid Ihr?- ¿Quiénes sois?
- Nos preocupa indagar a partir de una apariencia, una visión congelada en el éter, un tiempo distinto al otro. El alma del poeta irá sufriendo su propia metamorfosis.
- Permítame, Herr Rainer leer de Talens la estrofa que sigue: Tempranas perfecciones, vosotros, los mimados de la creación, / crestas elevadas, arreboladas cimas aurorales/ de todo lo creado, polen de la divinidad en flor, / articulaciones de luz, pasadizos, escalas, tronos, / espacios de esencia, escudos de felicidad, tumultos / de un sentimiento tormentosamente arrebatado, y de pronto, / solitarios, espejos: que la propia belleza que irradian la recogen de nuevo en propio rostro.
A medida que di lectura a estos versos, el señor Rainer se hubo incorporado silenciosamente de la banca, cogiendo su sombrero. De modo pausado, se retiró del altar de San Antonio de Padua, como quien volvía por sus pasos, escuchando mi lectura con atención. Le seguía yo sin dejar de leer en voz suave, hasta que se detuvo frente al altar de la Virgen de Chapi, a poca distancia de la puerta lateral del templo. El señor Rainer me había prestado atención dirigiendo la mirada hacia sus propios pasos, silenciosamente. Al detenerse, se apoyó de un travesaño de la verja de madera del altar de la Virgen. Mirándome a los ojos y sin parpadear, me dijo:
- El rostro es, a no dudar, el espejo del alma. Mire usted la metamorfosis de un rostro: la risa festiva, la risa serena, la sonrisa contemplativa y la serenidad. Para todas las cosas hay sazón; y todo lo que quisiereis tiene su tiempo determinado. A partir de este cuarto travesaño, bitte. Vea este rostro y recorra la mirada hacia su derecha, sin levantarla.

Mire y avance por mi derecha.

Me señalaba el señor Rainer desde el cuarto travesaño de la verja de madera de la Virgen del Chapi, un poco a la altura del tórax de mi porte erguido. Al inclinarme, observé el rostro de madera de un ángel niño con sonrisa festiva. Tenía la expresividad de alguien que se ilumina de felicidad total, sin exagerar. A pedido del señor Rainer, avancé sin quitar la mirada hacia mi derecha y pude observar otro rostro, casi similar, pero esta vez descubriendo lo que Herr Rainer había descrito como la risa serena: otro ángel niño apenas sonriente, transformado en su mirada. El tercer rostro correspondía a la ausencia de risa: ¡la sonrisa contemplativa, apenas percibida! Y el cuarto a lo que Herr Rainer había descrito como la serenidad. Retrocedí un instante; medité. Volviendo a la postura anterior, recorrí nuevamente la parte inferior de este altar desde el último hasta el primer rostro.

- Asombroso, Herr Rainer. Si usted no me lo indica jamás lo hubiera notado. ¿No será que el artesano ignoró el detalle que usted ha descubierto?
- Eso no importa. La visión individual capta algo que hace suya y la refleja en el rostro de estos seres, para usted materializados en ese instante. La identidad humana reflejada en el tiempo, a medida que los contempla con la mirada del poeta, es decir, con curiosidad y asombro. ¿Lo notó, como lo señala al describir a los Jüngling dem Jüngling? Usted solo volvió por sus propios pasos y corroboró las cuatro estaciones de la contemplación en estado de paz.
- Me veo a mí mismo cuando escucho a Beethoven... ¡Es un espejo...!
- Y cuando inclina la voluntad para discernir o por lo menos lograr una aproximación a los sinceros cuestionamientos del alma. Lo que usted me leyó es el resultado de una reflexión. Y así las vamos acopiando. Rilke recuerda desde el abismo de la memoria aquellas cosas relacionadas con muchas visiones: pasajes y sensaciones que involucran al ángel que él transforma para si mismo. ¿Recuerda el sueño de Jacob luego de abandonar Beer-seba?:
Y encontró con un lugar, y durmió allí porque el sol era puesto: y tomó de las piedras de aquel lugar y puso a su cabecera y acostóse en aquel lugar. Y soñó, y he aquí una escalera que estaba en la tierra y su cabeza tocaba en el cielo: y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella...
La visión de estos tempranamente logrados, Frühe Geglückte, en la mente e imaginación del poeta se convierte en una suerte de collage , en los que se asocia un entero cuadro, descrito con belleza por el recurso de la palabra. Tumultos de sentimientos en un arrebato tempestuoso y de pronto cada uno Spiegel: espejos. ¡Usted, Herr Luis ha recreado la propia belleza irradiada y la ha devuelto a un mismo rostro! Spiegel; die die entströmte eigene Schönheit wiederschöpfen zurück in das eigene Antlitz…El rostro del señor Rainer había sufrido ante mi vista las cuatro estaciones de la contemplación –como el mismo lo había así descrito-. Desde un estado sereno, la sonrisa contemplativa con la que me observaba al asumir mi puesto de observador, volcada en risa serena y festiva, en el instante de haberme hecho la demostración de sus afirmaciones. No vi en el anciano el rostro de un amigo: confundí su expresión con la de los cuatro ángeles del altar y terminé por sonreír, admirado y mudo por esta forma didáctica de hacer mía la experiencia rilkeana.
- Admito que estoy sorprendido, Herr Rainer.

En nuestro andar meditativo habíamos traspasado el pórtico de la iglesia, hallándonos ahora bajo la luz artificial que alumbraba en el atardecer la parte lateral del templo por la calle Del Milagro. Atrás dejábamos epifanías, cirios y la mística de aquellas miradas angelicales.

- Los humanos marcan la diferencia en su esencia. ¡La vida y las sensaciones vaporosas de un ser limitado en el tiempo se transforman en otra esencia!... como el incienso que llega hasta nosotros desde el pie de algún altar. Huélalo desde aquí, Herr Luis y escuche a Rilke: Denn wir, wo wir fühlen, verflüchtigen; ach wir atmen uns aus und dahin; von Holzglut zu Holzglut geben wir schwächern Geruch. Este vapor de lo que fue se eleva hasta las esferas lejanas.

- “Porque sentir para nosotros es, ¡ay!, desvanecerse, exhalamos nuestro ser; de ascua en ascua despedimos cada vez un aroma más tenue”.
Me detuve por un instante en la lectura para observar al señor Rainer que se había adelantado para contemplar -con su sombrero puesto- el cielo casi nocturno por encima del campanario de San Francisco.

- El ardor de una madera, como lo sugiere el vocablo original, despide otra esencia, algo diferente a su origen, Evaporado llega a nosotros en olor y se hace nuestro.
- El olor grato que se procura con el incienso.
- Da sagt uns wohl einer: ja, du gehst mir ins Blut, dieses Zimmer, der Frühling füllt sich mit dir… Was Hilfts, er kann uns nicht halten, wir schwinden in ihm und um ihn, en el poema. Es como admitir que alguien nos diga: “sí, has entrado en mi sangre, a este cuarto y la primavera llena está de ti... ¡de qué nos auxiliaría!, no puede retenernos, desaparecemos en él y en torno a él”. De manera que el origen de algo evaporado expande su esencia en otros, en la naturaleza de otras cosas y otros seres... para ser uno en otro.
- ¡El olor del incienso ahora está en mi, como en el poema, Herr Rainer!
- Así es, pero: und jene, die schön sind, o wer halt sie zurück?
Respondí leyendo de Talens:
- “Y a esos, que son bellos, ¡oh! ¿quién los retendrá?”
- Unaufhörlich steht Anschein auf in ihrem Gesicht und geht fort. Wie Tau von dem Frühgras hebt sich das Unsre von uns, wie die Hitze von einem heissen Gericht. O Lächeln, wohin? O Ausfchaun: neue, warme, entgehende Welle des Herzens-; El hombre que no es resigna perder esas características tan peculiares, tan singulares de su identidad, para diseminarlas en la esencia de la naturaleza. Permanentemente evaporado, desvanecido frente a la esencia de lo Eterno, todo transitoriamente. Desparrama para no hallarlas o recuperarlas como lo hacen los ángeles.
- “Sin cesar la apariencia se disipa en su rostro. Como el rocío de la hierba matutina lo nuestro asciende de nosotros, como el calor de un plato ardiente. ¡Oh sonrisa!, ¿a dónde? ¡Oh mirada a lo alto!: nueva, huidiza y cálida onda del corazón-;”
- Por eso el poeta pregunta, seguidamente, sobre la nueva esencia en otras cosas, en otros seres: Weh mir: wir sind doch. Schmeckt denn der Weltraum, in den wir und lösen, nach uns? Fangen die Engel wirklich nur Ihriges auf, ihnen Entströmtes, oder ist manchmal. Wie aus Versehen, ein wenig unseres Wesens dabei? Sind wir in ihre Züge soviel nur gemischt wie das Vage in die Gesichter schwangeren Frauen? Sie merken es nicht in dem Wirbel ihrer Rückkehr zu sich. (Wie sollten sie’s merken). ¿Cómo lo refiere Talens en su traducción, Herr Luis?
- “Ay de mi: somos, no obstante. ¿El universo en que nos disolvemos sabe a nosotros? ¿Recogen los ángeles sólo lo suyo realmente, lo que emana de ellos o hay también en ellos, como por descuido, un poco de nuestro ser? ¿Estamos solamente mezclados con sus rasgos como esa vaguedad que hay en el rostro de una mujer encinta? Ellos no lo notan en el torbellino de su vuelta a si mismos. (¡Cómo iban a notarlo!)”.
- Hemos comprobado el reflejo de nuestra esencia en estos mensajeros, en su sonrisa, por ejemplo. Pero hay esencias vagas, difusas, wie das Vage in die Gesichter schwangeren Frauen.
- “Como en el rostro de una mujer encinta...” particularmente curioso, Herr Rainer.
- Un rostro indefinido es una expresión no discernida. Un espejo nubloso. Parte del misterio humano indeterminado por uno mismo. La mujer que está encinta propone múltiples apariencias, en aquella sensación de sufrir y gozar por aquel hijo suyo que pronto verá la luz. ¿Quién pudiera definirla? El poeta nos presenta una posibilidad: trae a la escena nuevamente a los amantes: Liebende könnten, verstünden sie’s, in der Nachtluft wunderlich reden. Denn es scheint, dass uns alles verheimlicht.
- “Los amantes podrían, si lo comprendiesen, decirse maravillas en el aire nocturno. Pues parece que todo nos esconde”. Llegamos nuevamente a Tristan und Isolde, Herr Rainer?
- Es una referencia muy coincidente. El amor de ellos pretende la eternidad de la noche. Gozan temporalmente de lo infinito. Conocen así, por un instante en el delirio de su amor la eternidad. Ya hemos visto que es favorita esta ilustración en el meditar rilkeano.

Caminábamos mientras delirábamos en la profundidad de la Segunda Elegía de Rilke. Desde el jirón Ancash hasta la calle Junín, exactamente como lo había delineado el señor Rainer en su itinerario: San Francisco, Santo Toribio, Del Arzobispo, Waffenplatz und Del Correo Strasse, pero haciendo alusión al recorrido por las calles antiguas que las conformaban ahora. Señalándome una vieja casona -derruida y maltratada sobre la calle Del Arzobispo (hoy jirón Junín)- dijo con tono contemplativo:
- Siehe, die Bäume sind, die Häuser, die wir bewohnen, bestehen noch. Wir nur ziehen allem vorbei wie ein luftiger Austausch. Und alles ist einig, uns zu verschweigen, halb als Schande vielleicht und halb als unsägliche Hoffnung. Léalo en vuestra traducción, Herr Luis.
- “Mira, los árboles son, las casas que habitamos existen todavía, Sólo nosotros pasamos por delante de todo como un aire que cambia. Y todo coincide en silenciarnos, en parte por vergüenza, en parte, quizá, por una esperanza inexpresable”.
- Mitad por vergüenza, quizá y mitad por una inexpresable esperanza... ¿no le parece mejor? ¡Idea antes que belleza!
- Claro, transliterado está mejor.
- Estas casonas silencian lo que fueron, pero son aún. Las vemos aún. Y reparará usted la antigua costumbre de tener árboles en el zaguán dentro de alguna de ellas. Hasta hoy existen muchas, pero en los llamados Barrios Altos. Se habrá percatado.
- Por supuesto. Tan viejos los árboles como las casonas. Y sus dueños ya no son.

Cruzábamos en este instante de la conversación frente a la Plaza Principal, sobre cuya pileta se erigía un broncíneo ángel con una alargada trompeta. Ambos lo contemplamos bajo la luz artificial.
- La esencia de los viejos habitantes de esta ciudad está en sus propias reliquias. De alguna manera, acopiadas en catacumbas, fosas y cementerios. Pero vivas en el recuerdo de quien los invoca en el recuerdo. Sin embargo estos seres trascendentes, estos Hijos del Cielo carecen de algo humano que no llegan a hacer suyo, por lo que recurre a otros humanos para una respuesta: el poeta lo plantea en pregunta: Liebende, euch, ihr einander Genügten, frag ich nach uns. Habt ihr Beweise?- “Amantes, ustedes que uno a otro os bastáis, yo os pregunto por nosotros. Os tocáis. ¿Tenéis pruebas?” ¿A qué pruebas hace referencia? Entiendo que a las sensaciones humanas, ajenas a estos seres invisibles.
- Las expresiones de la naturaleza humana. La cima del amor, por ejemplo es un vislumbre de eternidad para los amantes, pero sólo un instante. Después del terror de las primeras miradas, las esperas infecundas desde las ventanas, y la cotidianeidad de los paseos hacen que ellos replanteen su papel de amantes: lo son aún? Entendámoslo en el planteamiento literal del poeta: Seht, mir geschiehts, dass meine Hände einander inne werden oder dass mein gebrauchtes Gesicht in ihnen sich schont. Das giebt mir ein wenig Empfindung. Doch wer wagte darum schon zu sein?- “Ved, a mi me ocurre que mis manos se percatan la una de la otra, o que mi rostro fatigado se refugie en ellas. Esto me da la sensación, un poco de mi mismo. ¿Quién, sin embargo, se atrevería a ser?”
- Toma el hombre conciencia de su ser y se reconoce como singular. No puede el mismo hallar respuestas satisfactorias en los ángeles. Inquiere por ello en los amantes, seres experimentales, sensoriales: Ihr aber, die ihr im Entzücken des anderen zunehmt, bis er euch überwältigt anfleht: nicht mehr-; die ihr unter den Händen euch reichlicher werdet wie Traubenjahre; die ihr manchmal vergeht, nur weil der andre ganz überhand nimmt: euch frag ich nach uns.
- “Pero vosotros que os crecéis en el éxtasis del otro hasta que él, abrumado os suplica: ¡no más! -; vosotros, los que bajo vuestras manos os hacéis tan abundantes como los años de vendimia; vosotros que a veces desaparecéis sólo porque el otro prevalece: a vosotros os pregunto por nosotros”.
- No halla una respuesta de ellos. Pero concluye: Ich weiss, ihr berührt euch so selig, weil die Liebkosung verhält, weil die Stelle nicht schwindet, die ihr, Zärtliche, zudeckt; weil ihr darunter das reine Dauern verspürt. ¿Cómo lo lee en Talens?
- “Ya sé que os tocáis tan dichosos porque la caricia persiste, porque el lugar que, tiernos, cubrís, no se desvanece; porque debajo de él experimentáis un poco la pura duración”.
- Una sensación desconocida para estos seres divinos, ajenos a lo sensorial en el mortal. Estamos, pues ante algo singular en el hombre: el poder de la expresión amorosa. So versprecht ihr euch Ewigkeit fast von der Umarmung. Und doch, wenn ihr der ersten Blicke Schrecken bestehet und die Sehnsucht am Fenster, und der ersten gemeinsamen Gang, ein Mal duch den Garten: Liebende, seid ihrs dann noch?- “Por eso os prometéis con el abrazo casi la eternidad. Y sin embargo, cuando habéis superado el terror de las primeras miradas y el anhelo junto a la ventana, y ese primer paseo, una vez, juntos por el jardín: decidme, amantes, ¿seguís siéndolo aún?”.
- Reafirman su papel en el Gran Teatro del Mundo? Queda el anhelo de eternidad. El gozo es solo un instante, la duración de la madrugada en el acto segundo del Tristan hasta el llamado de la fiel Brangänne... “vanidad de vanidades” diría Salomón. Aún al compartir un sorbo: Wenn ihr einer dem andern euch an der Mund hebt und ansetzt-; Getränk an Getränk: o wie entgeht dann der Trinkende seltsam der Handlung.- “Cuando os lleváis el uno al otro a la boca para beber, -: sorbo a sorbo: ¡Oh, qué extrañamente se evade de su acción el que bebe!”
- Se reafirma lo efímero del humano en tanto ser.

Habíamos llegado en nuestro recorrido a la altura del jirón Camaná, segunda cuadra. Giré sobre mis hombros para confirmar mi ubicación y miré con asombro –a la luz tenue de un sucio farol- la placa sobre la esquina: “Pescante”, correspondiente a la cuadra uno. En la siguiente esquina, cruzando el jirón por el que vinimos: “Pozuelo”. Estábamos, pues, al final de nuestro recorrido. ¿Qué de especial había en el encuentro de estas dos calles antiguas para el señor Rainer? Me atreví a decirle:
- Así llegamos, Herr Rainer a nuestro punto final. Pescante y Pozuelo. No las recordaba como calles contiguas.
- Le interesará cruzar hacia la plazoleta, hacia esas bancas, Herr Luis para proseguir con el final de esta Segunda Elegía. Bitte.
Dicho esto, me invitó a cruzar y a tomar asiento sobre una de las bancas en la antigua plazoleta que mira al frente de la entrada principal de la iglesia de Santo Domingo. La noche templada, oscura a estas alturas de nuestro recorrido ofrecía un cielo limpio y una luna en creciente. Frente a nosotros, se elevaba la gran torre del campanario de Santo Domingo, como gran silueta, iluminada hasta la mitad. Apoyando los codos en la banca, me dijo:
- Sin los griegos no habríamos llegado sin duda a una satisfactoria conclusión sobre nuestra charla, a propósito de la existencia y los sentimientos humanos. Preste atención, bitte, a esta fotografía que guardo de una estela funeraria de los romanos conocida como la estela Ática.

Sacó de su bolsillo un recorte de revista ilustrada que exhibía una foto impresa de un altorrelieve que llevaba como epígrafe la siguiente nota: Calímaco: Orpheo y Eurídice. Nápoles. La dama central, de atavíos griegos, representaba, sin duda a Eurídice. A su izquierda, sujetándola por la mano derecha, Hermes. A su derecha, un triste Orpheo, tocándola dulcemente con los dedos sobre la mano izquierda de la joven, apoyada ella en el hombro del músico. La imagen describía la resignación de un amor infecundo, una despedida eterna, una nostalgia inmortalizada en esta lápida que coronaba sin duda el ideal del amor eterno y efímero.
- Una dulce manera de retratar el amor en los tiempos de muerte. Recordará, Herr Luis, que este hijo del Rey traciano Eagro, representaba el ideal de la celebridad antigua: además de teólogo y poeta, músico, innovador de la lira, a la que añadió dos cuerdas. Admirado y deseado por las ninfas, escogió a la modesta Eurídice como digna de su amor. Mientras esta huía de los deseos de un antiguo pretendiente, Aristeo, hijo de Cirene, fue mordida en el talón mortalmente por una serpiente. Las plegarias de Orpheo llegaron al Olimpo y Eros abogó para que descendiera al Hades en su búsqueda con la condición de no mirarla al rostro hasta cruzar la frontera entre la tierra y el Averno. Hermes vigilaría su periplo. La impaciencia por el amor que caracteriza a los amantes le resultó en infortunio al pobre amante. Pudo más el deseo de mirarla que la paciencia por rescatarla de los dominios del Hades. El poeta nos dice: Erstaunte euch nicht auf attischen Stelen die die Vorsicht menschlicher Geste? War nicht Liebe und Abschied so leicht auf die Schultem gelegt, als wär es aus anderm Stoffe gemacht als bei uns? Le pone énfasis al gesto del amor resignado a la fatalidad.
- “¿No os asombró nunca en las estelas áticas la discreción de los gestos humanos? ¿No se posan allí el amor y despedida tan suavemente sobre los hombros, como si estuvieran hechos de otra materia que en nosotros?” Esta tragedia, Herr Rainer, se resume en los rostros tristes inmortalizados por Calímaco en la Estela Atica.
- Gedenkt euch der Hände, wie sie drucklos beruhen, obwohl in den Torsen die Kraft steht. Tome importancia en este detalle de las manos humanas, Herr Luis, tan citadas a lo largo del poema: el factor que lo distingue de los ángeles, una esencia de experiencia humana.
- “Acordaos de las manos, cómo descansan sin apretar a pesar de la fuerza que mantienen los torsos”. En efecto, es lo mas importante en el detalle del altorrelieve.
- Diese Beherrschten gusten damit: so weit sind wirs, dieses ist unser, uns so zu berühren, starker stemmen die Götter uns an.- “Dueños de sí, supieron expresarlo: esto somos nosotros, esto es nuestro, así es como nos tocamos; con mas fuerza nos oprimen los dioses. Pero eso es cosa de los dioses”.
- Y esta es la conformidad sobre la que concluye la meditación del poeta. Conocer el límite entre lo humano y lo divino. Con gesto cauteloso, supieron decir: hasta aquí nosotros, mas allá los dioses. El resto lo dejaron a la voluntad del Olimpo. ¡El elixir de Brangänne en el Tristan! Encontrando la esencia de lo humano en el hombre mismo, en sus hábitos y en sus hechos podríamos hallar respuestas. Rilke ofrece estas posibilidades: Fänden auch wir ein reines, verhaltenes, schmales menschliches, einen unseren Streifen Fruchtlands zwischen Strom und Gestein.- “Si nosotros pudiéramos encontrar también algo humano puro, contenido, una estrecha franja de tierra fecunda que nos perteneciese, entre la piedra y la corriente”. Algo familiar a nosotros, a nuestro recuerdo, a nuestro pasado familiar, como el árbol de la ladera o la casa en el recuerdo. Pero el recuerdo es mientras seamos seres vivos. Los predecesores no ven lo que dejamos en las obras, Herr Rainer.
- No ven lo que fue, pero lo recrean. Mire hacia arriba, Herr Luis.
Señalándome hacia la parte mas alta del campanario de Santo Domingo, una silueta se erigía imponentemente contra la luna en creciente: Era la silueta de un ángel que miraba hacia el oriente, dándonos la espalda. Se distinguía una espada empuñada en la mano derecha, en actitud de vengador y amenazante justiciero. Me quedé sin palabras. Lo contemplaba con asombro, rememorando las muchas veces que desde niño la hube contemplado.
- Otros antes que usted, Herr Luis, han visto este icono. Usted ahora lo observa de un modo singular. Jeder Engel ist schrecklich. Para usted es el mismo que coronaba el altar del Santo de Padua. La sensación humana varía en función de quien la contempla y cómo lo hace. Esta amenaza que le supone la actitud del Mensajero de Dios es a la vez garantía de protección divina. De allí la grandeza de estos seres, en el ideario de Rilke: Denn das eigene Herz übersteigt uns noch immer wie jene. Und wir können ihm nicht mehr nachschaun in Bilder, die es besänftigen, noch in göttliche Körper, in denen es grösser sich mässigt.- “Pues nuestro propio corazón nos sigue sobrepasando siempre, como a ellos. Y ya no podemos contemplarlo en imágenes que lo calmen, ni en los cuerpos divinos que, al ser mas grandes, lo moderan”. Cerré mi libro al terminar de leer el último verso. Alcé nuevamente la mirada.

No dejaba de contemplar la silueta de este celestial justiciero en el encuentro de Pescante y Pozuelo. Muchas veces había recorrido este lugar con cierta mirada curiosa hacia la parte superior del campanario. Pero ahora, eran otros mis pensamientos y también mi contemplación. Ligeramente inclinada –según lo refieren algunos por el terremoto de los cuarenta- se erguía la estatua en el esplendor de una noche despejada, pacífica. Junto a mi, el señor Rainer la observaba a la luz de la luna en el cielo mas claro de esta temporada de primavera. Apoyado en el espaldar de la banca sobre sus codos, repetía como letanía, sin perder la cadencia musical que lo caracterizaba: Jeder Engel ist schrecklich. Desde luego, la connotación de “terrible” en mi entender significaba asombro, admiración y contemplación danteana de éxtasis por el encuentro con lo divino.
- El corazón humano habrá que dominarlo, Herr Luis. Ni las imágenes o las fantasías tranquilizadoras pueden con él. El curso de la vida es misterioso en la vida misma. El corazón traspasa los límites entre ambos mundos, aproximándose a la divinidad cuando se nos permite un asomo de eternidad, visualizándola, sin poder alcanzarla.

Dicho esto, mi amigo se puso de pié, y se dirigió hacia el pórtico de Santo Domingo, con paso lento. El portón, cerrado parcialmente, mostraba el interior oscuro del templo. Me dio la impresión de estar así por descuido a estas horas de la noche.
- Herr Rainer. No tengo palabras para agradecerle la velada. Tengo aún muchas preguntas.
- Era de esperarlo, Herr Luis. El corazón humano inquiere por saber muchas cosas. Nunca está conforme. Déjelo al tiempo. Tiene usted ahora la oportunidad de darle vueltas al asunto y seguir el hilo en el poema siempre que su lectura sea meditada. Siga contemplando al ángel mientras la luna se lo permita. Vea mas allá de la apariencia. Déjese llevar por la contemplación...
- Discúlpeme si le pregunto algo mas. Las citas de Tobías, Herr Rainer. No doy con la versión española que usted...
- Franquesa y Solé, 1965.
- Muy amable.

Dirigiéndome una amigable mirada, desde el atrio, me extendió un saludo de despedida, estirando su brazo y su sombrero en alto. Alcé la mano en señal de despedida a la vez que dirigí mi mirada hacia la parte que coronaba el campanario. Helo allí: el ángel custodiando la bóveda del naciente, por donde la luna dibujaba un arco en aquel cielo estrellado, tranquilo y fresco. La noche le pertenecía.
Perdí de vista al señor Rainer. Me distraje, en mi breve escape meditativo, contemplando al ángel que Rilke y el señor Rainer habían expuesto para mi. Debo entender que mi amigo permanecía dentro de la iglesia, a una hora en la que no se acostumbran los oficios. Decidí esperarlo para desearle buenas noches.
- Con permiso señor. Vamos a cerrar.
Un pequeño hombre jorobado, de trajes humildes, sonriente y canoso me invitaba a abandonar el atrio. No me percaté de su presencia hasta que me habló. Salí obediente hasta la calle Veracruz, hoy Conde de Superunda.
- Disculpe, amigo. Pudiera pasarle la voz a...
El hombrecito, sordo a mis palabras, juntó la puerta auxiliar del portón y procedió a cerrarla con una larga llave que sacó de su cinto. Hecho esto, desapareció por el lado lateral del templo, hacia el despacho parroquial y el Museo.

Mirando por última vez al ángel y a la lumbrera de Venus, en conjunción con la luna por el lado oeste, continué mi marcha por la calle oscura y silenciosa de Veracruz, perdiéndome en mis propios pensamientos, adivinando múltiples posibilidades sobre la existencia misteriosa de un hombre como el señor Rainer.

Lima, 08 de marzo, 2006.
Altorrelieve: Calímaco. Orfeo y Eurídice. Nápoles.